Hace años, no recuerdo qué edad tenía, solía, las mañanas de los sábados, supongo que durante el desayuno, ver la televisión; en el programa que echaban en la 1, solo había dos canales (¡dios, qué vieja soy!) vi un montón de cine en blanco y negro, recuerdo especialmente El hombre que hacía milagros y todas las de Capra. Y a la familia Adams. Un día pusieron una película que me impactó por sus colores, por la humildad del niño protagonista, por la locura… pero desconocía a su autor y su director, no es una cosa que una niña pregunte al ver una película.
Ya en la adolescencia, un día hablando con un compañero de clase, al que le encantaba el cine, tanto o más que a mí, me vino a la cabeza que si tanto sabía, tal vez… No pude creerlo cuando al describir un par de fotogramas de aquella película de infancia, él dijo: “Willy Wonka y la fábrica de Chocolate”. No se trataba de la de Burton y Depp, sino a la anterior, la de Stuart y Gene Wilder, del año 71.
Yo ya amaba hacía mucho a Roald Dalh, pero no había leído su fábrica de chocolate. Lo leí y vi la película, pues Fede no solo sabía de qué se trataba, sino que tenía la cinta (¡una cinta de video Beta!!!). A partir de ese día, leí todo lo que me quedaba por leer o releí todo lo que pude. El melocotón gigante, las brujas, Matilda, Jorge y su medicina, Dani, los cuentos completos...
Creo que leer a Dalh te hace mejor persona. Creo que es un maestro del contar que no pierde el humor, que describe personajes y espacios, sentires y dolores con sensibilidad y juego; crea atmósferas y estados anímicos donde querrías quedarte a vivir. Creo que los raros nos sentimos siempre en casa con Dalh.
Creo además que, por ejemplo, Harry Potter no sería sino hubieran existido antes los personajes de Dalh, desde Charlie a Matilda.
Creo que no hay que cambiar una coma al maestro de la infancia, que no va del lenguaje políticamente correcto, ni de recortar aquí y allá como quién acorta un vestido. Si Roald Dalh nos viene grande es que nos hemos hecho muy pequeños en sensibilidad, comprensión e inocencia.
A propósito de la censura de los libros de Dalh.
No hay comentarios:
Publicar un comentario