Si me acompañas

Ahora estoy leyendo La Divina Comedia, ya sabes, de Dante Alighieri, si te apetece, me acompañas.

martes, 17 de diciembre de 2019

Julián y el árbol genealógico



Mi bisabuelo paterno empezó el año 1899 una libreta donde escribía, bajo el título a pluma y subrayado de: “Nacimientos y defunciones”, los acontecimientos importantes de la familia.
Esta libreta es una joya familiar continuada por cada primogénito de las generaciones posteriores, aunque al llegar a mi hermana, la primogénita de su generación, decidió compartir el compromiso conmigo. Es algo íntimo que pongo a la luz para honrar la hermosa idea del bisabuelo Julián, al que no conocí, y para contar sobre la investigación del árbol genealógico. 








Cuando una empieza a construir su propio árbol porque ese deseo llama a su puerta, es habitual que un familiar de cada generación se sienta atraído por esa búsqueda, rara vez más de uno. Yo tengo la suerte que la espinita del árbol también se le clavó a mi hermana y las dos tenemos la ilusión de saber más de nuestros antepasados.

Mirar el árbol es mirarte en un espejo, es pasar las páginas de un álbum de fotos, es sentarse junto al fuego con tu tribu y que te cuenten sus historias, que son las tuyas. Y en ese escuchar y observar pasan muchas cosas. Por ejemplo, te ves un poco mejor a ti misma, te comprendes, te encuentras. Y otra, que de tanto mirar, coges cariño y te enamoras un poco del camino que otros recorrieron antes que tú. Y así te vuelves más humilde, más comprensiva, más amorosa.
Además, en las pesquisas, llamas a alguien de la familia que no te conoce, otro te pregunta, consultas fechas con otra, y poco a poco van surgiendo renaciendo los vínculos y las historias son contadas. Nombres, acciones, vidas, viajes, penas, y el vínculo se vuelve hacia dentro, y te cuenta quién eres y a donde perteneces.

También te unes a otros que investigan como tú, su árbol. Y al compartir las experiencias de la búsqueda, curiosidades, ramas, raíces y brotes, os ayudáis a afinar la mirada.

Otra cuestión que me parece interesantísima del árbol, son los secretos familiares, los silencios, las ovejas negras, los incomprendidos, las locas de todos los árboles y de todos los tiempos. ¿Caduca la vergüenza, la amargura y la incomprensión? ¿Es posible que el dolor de una época duela menos en otra? ¿Que los juzgados en otros tiempos en este recibieran más perdón? Recrear el árbol y acompañar a que otros lo hagan, nos permite revisar, remirar, perdonar, reparar, reconocer a los señalados y señaladas, entender y abrazar las historias que nos contaron y repetimos, a veces sin cuestionar, de generación en generación desde mayor amor. Siento que mirando amorosamente a los que nos precedieron, podemos amarnos honestamente.

Y además si recreáramos el árbol, el más largo y frondoso, si retrocediéramos y retrocediéramos y retrocediéramos llegaríamos hasta los inicios de los tiempos para ver que todos procedemos de un mismo, sencillo, honesto y bello primer árbol, primer nombre.
                                                                                                                     



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