Mi bisabuelo paterno empezó el
año 1899 una libreta donde escribía, bajo el título a pluma y subrayado de: “Nacimientos
y defunciones”, los acontecimientos importantes de la familia.
Esta libreta es una joya familiar
continuada por cada primogénito de las generaciones posteriores, aunque al
llegar a mi hermana, la primogénita de su generación, decidió compartir el
compromiso conmigo. Es algo íntimo que pongo a la luz para honrar la hermosa
idea del bisabuelo Julián, al que no conocí, y para contar sobre la
investigación del árbol genealógico.
Cuando una empieza a construir
su propio árbol porque ese deseo llama a su puerta, es habitual que un familiar
de cada generación se sienta atraído por esa búsqueda, rara vez más de uno. Yo
tengo la suerte que la espinita del árbol también se le clavó a mi hermana y
las dos tenemos la ilusión de saber más de nuestros antepasados.
Mirar el árbol es mirarte en un
espejo, es pasar las páginas de un álbum de fotos, es sentarse junto al fuego
con tu tribu y que te cuenten sus historias, que son las tuyas. Y en ese escuchar
y observar pasan muchas cosas. Por ejemplo, te ves un poco mejor a ti misma, te
comprendes, te encuentras. Y otra, que de tanto mirar, coges cariño y te enamoras
un poco del camino que otros recorrieron antes que tú. Y así te vuelves más
humilde, más comprensiva, más amorosa.
Además, en las pesquisas, llamas
a alguien de la familia que no te conoce, otro te pregunta, consultas fechas
con otra, y poco a poco van surgiendo renaciendo los vínculos y las historias
son contadas. Nombres, acciones, vidas, viajes, penas, y el vínculo se vuelve
hacia dentro, y te cuenta quién eres y a donde perteneces.
También te unes a otros que
investigan como tú, su árbol. Y al compartir las experiencias de la búsqueda,
curiosidades, ramas, raíces y brotes, os ayudáis a afinar la mirada.
Otra cuestión que me parece
interesantísima del árbol, son los secretos familiares, los silencios, las
ovejas negras, los incomprendidos, las locas de todos los árboles y de todos
los tiempos. ¿Caduca la vergüenza, la amargura y la incomprensión? ¿Es posible
que el dolor de una época duela menos en otra? ¿Que los juzgados en otros
tiempos en este recibieran más perdón? Recrear el árbol y acompañar a que otros
lo hagan, nos permite revisar, remirar, perdonar, reparar, reconocer a los
señalados y señaladas, entender y abrazar las historias que nos contaron y
repetimos, a veces sin cuestionar, de generación en generación desde mayor
amor. Siento que mirando amorosamente a los que nos precedieron, podemos
amarnos honestamente.
Y además
si recreáramos el árbol, el más largo y frondoso, si retrocediéramos y
retrocediéramos y retrocediéramos llegaríamos hasta los inicios de los tiempos
para ver que todos procedemos de un mismo, sencillo, honesto y bello primer
árbol, primer nombre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario