No sé si contagida por A, es probable, pero no me gustan los cuadros falsos, a grannel o los posters. Dos bocetos del pintor Salvador Barroso y algún original sencillo, no más, se apoyan en las paredes que habito.
Pero siempre hay una primera vez para serte infiel, para saltarse los principios -propios y ajenos-, para hacer un porquemedalagana; en cualquier caso, cuando encontré una copia de papel, desvalida y abandonada, de una de mis obras preferidas de Picasso, pensé que era bueno sacarse el comodín del público, usar la carta que te saca de la cárcel, es decir, hacer trampas consentidas y coger el maldito póster.
Ahora, puedo quedarme sentada frente a él durante una eternidad, lo que suele ser 3 minutos, pensando qué debe sentirse delante del original y dándole la razón sólo a medias, sólo en parte, a A cuando dice que si no puedes tener el original, mejor nada.
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