Soltar la mano consiste en escribir
antes de escribir.
Hay quien sigue un diario. Un blog. Una
cuenta de Instagram. Así se suelta la mano con la excusa de contar una
foto o una publicación. Yo que soy proactiva e indecisa, hago las
tres cosas y alguna más cuando se me ocurre.
Soltar la mano, como soltarse el pelo o
el cuello, todo es lo mismo. Atreverse a contar sin filtro, sin
propósito, sin inhibición. Y también sin “que dirán”. Sin
juicio.
Siempre que hay un sin hay un con.
Así que, soltar la mano con juego, con
toda las teclas, con todas las ganas. Con el corazón y también con
el intestino, que dicen que es el que siente.
Y a mí esto me recuerda un día
conversando con una monja que me giró el “ojos que no ven, corazón
que no siente” a “ojos que ven, corazón que siente”.
Pues va de eso, claro, que a más ver
más sientes.
Más miedo, más sensibilidad, más
estómago encogido.
Y como siempre que hay un “sin”,
hay un “con”.
Más luz, más amor, más vida.
Me gusta la gente que gira las frases,
que gira la vida y la manera de mirar.
Me gusta que para vivir haya que
atreverse.
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