Si me acompañas

Ahora estoy leyendo La Divina Comedia, ya sabes, de Dante Alighieri, si te apetece, me acompañas.

viernes, 14 de diciembre de 2018

Me levanté cursi y me durará todo el día, espero. Cursi y agradecida


Me gusta levantar la copa y brindar con vino, café o agua, no trae nada de mala suerte brindar con agua- no existe la mala suerte, solo una mala manera de mirar las cosas-. 
Me gusta brindar y lo hacía ayer con una amiga por las buenas ideas, las cosas bonitas y la gente amable. Y, en secreto, siempre brindo también por lo contrario, las malas ideas, las cosas feas , la gente no amable. Pues, si  amable significa etimológicamente: “digno de ser amado”, no amable significa que hay quien no es digno de ser amado. Y claro la pregunta que inevitablemente surge después es: ¿Existe alguien indigno de ser amado?

Volvamos a la mala suerte.  Cuantas veces hemos pensado que algo es por mala suerte, porque no nos gusta o no se corresponde a nuestros planes; y cuantas veces el desacuerdo con nuestros planes  ha resultado ser el camino para llegar a algo bello, bueno y, sobre todo, mejor que lo que nosotros habíamos pensado. Pero vuelve a pasar y, a menudo, volvemos a desconfiar. Esa manía nuestra de creer que lo controlamos todos, esas palabras que tanto nos gustan como siempre, nunca, estabilidad, seguridad... 




Es algo manido, repetido muchas veces, pero piénsalo ahora. Sí, tú, piensa que te ha pasado que creías “mala suerte” y luego la vida te contó que fue una oportunidad de aprender a amar más, ¿qué puerta te abrió? 

A lo mejor, no se te ocurre nada, ni siquiera poniéndole ganas o dedicándole tiempo; entonces, a lo mejor, el regalo es precisamente ese vacío, la confianza que nace tras el vacío, la fortaleza que nace de la debilidad; tal vez, fue mucho el dolor, desproporcionado, sientes, el viaje fue ese mismo dolor, la ternura y la humildad que deja el dolor, la empatía hacia los otros, el mensaje vivido... pero ¿que sé yo sobre ti y lo que debes aprender? Solo sé que tú sabes. Haz silencio. Busca un ratito, y haz silencio, pregúntate, pregúntale a tu corazón. Él tiene la respuesta. Tú la tienes. Y  no te quedara otra que sonreir con gratitud al poder oirle, al escucharte; saber que estás aquí ya es una respuesta.

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