Aprendo. Y escucho los ojos ajenos y las palabras propias que salen desde un lugar que no conozco del todo. Dolores antiguos que no duelen ya, pero que aún avisan a las lágrimas, probablemente por costumbre o por una emoción aún no etiquetada por mi, vienen a visitarme. Y yo sólo respiro, observo, me observo y creo aprender algo, sólo creo.
Y aunque ya no me duele, quiero volver a leer aquel poema que habla de eso precisamente, de sentirse atrapada en lo que parece vida, aunque la vida sea ya otra cosa. Era de Pedro Salinas
No quiero que te vayas,
Dolor, última forma
De amar, me estoy sintiendo
Vivir cuando me dueles
No en ti, ni aquí, más lejos;
En la tierra, en el año
De dónde vienes tú,
En el amor con ella
Y todo lo que fue.
En esa realidad
Hundida que se niega
A sí misma y se empeña
En que nunca ha existido,
Que sólo fue un pretexto
Mío para vivir.
Si tú, dolor, no me quedaras
Dolor irrefutable
Yo me creería;
Pero me quedas tú.
Tu verdad me asegura
Que nada fue mentira.
Y mientras yo te sienta,
Tú me serás, dolor,
La prueba, a lo lejos,
De que existió, que existe,
De que me quiso, sí,
De que aún la estoy queriendo.
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