Si me acompañas

Ahora estoy leyendo La Divina Comedia, ya sabes, de Dante Alighieri, si te apetece, me acompañas.

martes, 17 de septiembre de 2013

Y un pimiento




A me contó el otro día que está conociendo personas extravagantes que le cuentan cosas que no esperaba y que eso es más propio de mí que de él. El mismo A me dice que encuentre un grupo eslovaco o que toque música a lo Kusturica (la c suena a tz, nos contaron en Belgrado) para la presentación de nuestro próximo libro, que si yo no soy capaz de encontrar a ese tipo de gente, nadie podrá.  Me gusta la imagen que A tiene de mí. Me divierte. Y siento que un poco verdad sí es. Lo malo es que tendré que estar a la altura de lo que A piensa de mí. Las expectativas que los demás tienen de una se convierten en reto, así que a malas tendré que aprender a tocar el acordeón o el violín, prefiero el último.

Otra A me envía un WhatsApp diciéndome que me echa de menos, literalmente: “se te echa de menos”, me gustan los impersonales cuando los entiendo. Que aprendió, dice A, a confiar en los otros; eso tiene la enseñanza que enseñas lo que no preveías enseñar, tú explicabas una cosa y cada uno entendió lo que le dio la gana- como el escritor y su lector- si en algún momento ayudé a A a confiar en los otros me doy por satisfecha, ya me puedo dedicar a otra cosa. Confiar. ¿Puede uno enseñar algo mejor?

A J le abrí las puertas a opinar. Y no sé si hice bien, pues le castigaron por ello. ¿Sabes, Inma?, me dijo un día, sólo he dicho lo que pensaba, como tú me has dicho que podía hacerlo, siempre con respeto y educación, pero me han castigado. J aprendió ese día una fea lección, no digas lo que piensas, di los que los otros quieren oír. A J le costará tiempo y, tal vez, terapia, saber que lo que los demás opinan importa un pimiento.

Cenaba el otro día con dos A y pedimos unos pimientos del padrón, picaban TODOS, en contra del dicho popular, el dueño del bar nos contó un truco para distinguir unos de otros, tarde ya, nuestras bocas eran inflamables y más de uno sufrió el día siguiente las nefastas consecuencias.

A, la primera, me cuenta que hay una importante marca de aspiradores que ha conseguido que sus aspiradores no hagan ruido, sin embargo, ha creado un  ruido cómodo y eficaz, pues el noruido hacía pensar que no limpiaba bien y eso era fruto de sus escasas ventas.

La moraleja es fácil: somos estúpidos y estamos acostumbrados al ruido inútil, no queremos un mundo mejor, queremos el de siempre porque somos demasiado lentos, perezosos y obtusos para creer que lo bueno es posible.
Yo la primera (homenaje a P).

Me gusta la vida, qué le voy a hacer. (Gracias a los que hacen que piense eso que son los que ya saben que son).

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