Cuando esta
mañana le he preguntado a P sobre cuál es la fórmula correcta entre “olor de” y
“olor a” todavía no sabía qué iba a suceder durante el día, no sabía aún que todo
iba a tener que ver con esa duda, sobre todo, con “a”.
Algo es el
olor de algo cuando es específico. Un sofá de cuero huele a sofá de cuero. Es
olor de cuero. Algo huele a algo cuando lo recuerda, aunque no lo sea, es un
olor evocador. Me ilustra P. Qué poco poético en su ejemplo, pienso. Pero me resuelve la duda y le doy las gracias.
Con M hablamos
de Gioconda Belli -L me llevó hasta ella
hace mucho tiempo, el mismo L que quiere que escriba sobre su vida, su familia,
sus recuerdos-. También de poesía, hablamos con M, y me regala la idea de ser como alambiques que
nos nutrimos de poesía y luego la destilamos. Hasta que propone un gran tema
encerrado en una palabra: “nostàlgies”.
G me llama
para despedirse, mañana vuelve a Italia. Las pantallas no me sirven. Aún así,
nos llamaremos e, incluso, comeremos juntas de mentira vía skype algún día para
engañar a la distancia. Siento nostalgia anticipada.
F habla de “El cielo sobre Berlín”: “Es fantástico
vivir como un alma y ver día a día la eternidad de las personas siendo testigo
de lo que sienten, pero, a veces, la existencia espiritual es poco para mí. Quisiera
dejar de vagar suspendido en el aire, sentir mi propio peso, poner límite a mi
infinidad y atarme a la
tierra. Quisiera decir en cada uno de mis pasos, en cada ráfaga de viento:
ahora… y ahora y ahora. Y no decir “para siempre”, “hasta la eternidad”. Ocupar un
puesto en la mesa y jugar a cartas, que me saluden, aunque sea con un gesto…”
J que ha
tirado su sofá por demasiado cómodo - ¿de cuero, quizás?-, recuerda una de las canciones más
dolorosas de Queen. Sí, hay canciones que duelen, puede que se trate de la nostalgia… no sé.
Una más:
Hace años
que no veo a N ni sé nada de ella, hoy me escribe a través de Facebook. Y
chateamos. Me cuenta cómo le va, que pasará por Barcelona. Que habremos
cambiado, le digo yo, pero que en los bares siguen sirviendo cerveza. Y que nos
tomemos una. No habremos cambiado tanto, dice. Espero que sí y que para mejor,
le contesto
.
N por la época en la que tratamos -hace más o menos una eternidad- y parece que
ahora también, se encuentra estrellas por la calle, estrellas de cartón,
plástico, lo que sea; además yo le entregaba las pocas que encontraba. Un día le dije que
a partir de entonces ya no le daba más, que igual ésas eran ya para mi… N tiene
la postal en la que yo le escribí mi renuncia junto a la última estrella que recogí para ella, colgada en la pared junto a su
mesa, a la altura de los ojos cerca de donde escribe y la ve cada día.
Ella sigue
encontrándoselas, yo no, yo me encuentro viejos amigos por el facebook, o
tampoco, de hecho son ellos los que me encuentran a mí.
Por algo
será, decimos las dos, refiriéndonos a las estrellas… y a los amigos.
Tal vez, seamos hormigas, aunque prefiero que seamos pájaros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario