Si me acompañas

Ahora estoy leyendo La Divina Comedia, ya sabes, de Dante Alighieri, si te apetece, me acompañas.

viernes, 28 de diciembre de 2012

El tigre estaba esperando a que la noche hiciera de las suyas, pero aquel día no tuvo noche




No sabría qué decirle. O mejor, sabría lo que toca decir, como siempre,  como siempre que acabo diciendo cosas que no quiero, pero salen aprehendidas de mi boca. No quiero hablar, pero hablo. Me veo entrando en la boca de un lobo que reconozco. Quiero poner el freno de mano. Parar el tiempo. Cambiar los pensamientos caducos por nuevos. Y en eso estoy. Torpe aún.
Respiro hondo. Un. Dos. Tres…
De la estufa no solo me gusta el calor, también el ruido, monótono, que me permite escribir con mayor concentración. La estufa que me regaló A es mi metrónomo.
Busco la palabra en wikipwedia: El metrónomo (del griego μέτρον, metron: ‘medida’, y νόμος, nomos: ‘regla’), es un aparato utilizado para indicar tiempo o compás de las composiciones musicales. Produce regularmente una señal, visual o acústica, que permite a un músico mantener un tiempo constante.
Es eso, me permite tener constancia.
Aunque lo que escribo hoy no necesite de constancia, son solo flashes, polaroids hechas de letras. O ni eso.
Polaroid 1.
Últimamente me gusta oír mi risa, pienso; aunque no mi boca, así que cuando río, me gusto solo a medias. Solo con algunos sentidos, me gusto; con el de la imaginación, no. Recuerdo a R. cuando me contaba que se miraba desde fuera para saber qué pensaban los demás sobre él, no sé si era bien bien así, pero sí recuerdo que pensé que llevaba una camisa negra de Adolfo Dominguez tal vez por eso; y que no le quedaba del todo bien, quizás se notaba forzado llevándola. Demasiado almidonada, la camisa. También él.
 A veces, me pasa. Veo gente bien vestida y siento que no está cómoda bajo esa indumentaria. Me gusta la gente cómoda, la que transpira tranquilidad en su piel, la que está a gusto en su cuerpo, aunque no se mire desde fuera; mejor, a la que no le hace falta mirarse desde fuera. No siempre tiene que ver con la ropa, a veces es por cómo cogen un objeto o dicen una palabra…  no les pertenecen y se les nota.
Polaroid 2.
Estoy cómoda. Tranquila. Me intranquiliza mi tranquilidad. Busco lugares nuevos donde sentirme incómoda. Donde atreverme a cosas nuevas para borrar lo viejo. Me molesta todo lo viejo, solo quiero lo novistoantes. O regresar a lo de hace mucho tiempo antes. A pesar de todo me sientan bien estas vacaciones, pienso. Me siento como en mi vida, como si lo que hago cuando no estoy de vacaciones no fuera yo. Tal vez sea eso exactamente. Estoy regresándome desde lo nuevo. Me intranquiliza este pensamiento. Mejor.
Polaroid 3.
Me aburren las cosas que ya sé que van a ocurrir. Me aburro a mi misma a veces por ser predecible.  Últimamente me aburro rápido y no me callo. Giro el volante y voy a otro lugar. Da igual que lugar sea: conversación, espacio o persona. Me preocupa, relativamente, el aburrimiento, lo que no quiero es ser tan impaciente como para girar el volante tan rápido que no me permita dar tiempo a lo que pueda suceder después. Relativamente.
Polaroid 4.
Digo palabras y hay quien, al cabo de un tiempo, me las devuelve, me las repite o las agradece. Una vez, lo recuerdo con exactitud, me las tiraron a la cara con otro sentido diferente y dañino, que no tenían. Siempre me desconcierta la percepción. También yo escucho palabras. Me las quedo, las hago mías, las escupo, las ignoro, las valoro, las desprecio, las entiendo más tarde, las tergiverso, las admiro… digo palabras sin importancia la mayor parte del tiempo.
Digo, sea como sea, demasiadas palabras.
Polaroid 5.
Me gusta tener algo que hacer, pero me gusta aún más improvisar los días y olvidar, absolutamente, todos los “tengos” de propiedad y de obligación.

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