Escribo en la habitación. Federica hace Seitai. Diana, en su habitación. Las calles están desiertas, hoy llovió, salieron aún así a aplaudir a las 20h. Yo salí al balcón. Me es extraño aplaudir, todo lo que se hace en masa, siempre me ha resultado un poco extraño, un mucho ajeno.
Escribo pensando cómo será el mundo después de esto.
Hoy ha sido un día tranquilo.Meditar. Desayunar. Leer alguna receta. Responder un par de mensajes. En la cocina, escuchar una conversación, y no entrar en ella, las palabras se parecían a lo que había sentido al despertar; prefiero, sin embargo, ir al comedor y tomar café sentada en la alfombra mientras miro por la ventana. El cielo muy blanco, los suelos muy grises, a penas unos paseantes de perros y compras. Me ducho. Y escribo.
Por las noches no suelo dormir. Ignacio me ha enviado un capítulo de su novela, el número tres, para que lo revise. Sin prisa, dice. Tal vez lo haga esta noche insomne. Tal vez, no.
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