Me divierten las estadísticas, las etiquetas, las divisiones, las listas... esas frases que empiezan por "hay dos tipos de personas, las que ...", como si fuera tan fácil, como si en la simplificación se pudiera tener cierto control sobre lo que nos rodea, y el control, aunque sea falsa y aparentemente, nos da calma. Todo está en el cajón que debe estar. "¡Ay!". Y suspiramos de alivio.
Pues bien, hoy decidiendo por dónde empezaba a trabajar me surgía esta frase, (¿podría ser un "axioma"?): Hay dos tipos de personas. Las que empiezan por lo que les gusta y dejan para el final, el resto. Y las que dejan para el final lo que más les apetece. Saber qué tipo de persona eres en esta clasificación simplista es muy fácil de resolver frente a un plato de comida variado. Luego está resolverlo en el trabajo, en el ocio, en las lecturas... en el orden que le ponemos a nuestros encuentros o nuestros días.
Una cosa es saber las prioridades; otra, actuar en la inmediatez. Placer y responsabilidad. Como si no estuvieran unidas, como si no pudiera ser que lo que quieres hacer sea exactamente lo que debes.
Tal vez, sean, estos pensamientos, fruto de un domingo de paseo, conversación, corazón y concierto. De la resaca de conocer un poquito más a Hildegarda y a Rosa Zaragoza, sus plantas y sus cantos; de los lugares bellos, en tanto que reconfortan el cuerpo y el alma, de las referentes, de las caminantas, de las que fueron antes, de las que van a mi lado.
Y una pregunta como un destello: ¿Lo que haces te acerca a la esencia?
Una canción de Rosa Zaragoza
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