M y C han tenido un niño precioso. M trabaja y espera a
tomar el permiso de paternidad en unos días. C descansa y está con Q, el recién
nacido.
A D, amiga de ambos, se le ocurre crear una parrilla, a modo
de horario, en el que los amigos puedan apuntarse en la franja de tiempo que
tengan disponible para ayudar a la pareja primeriza. Así C puede descansar y
estar por Q todo el tiempo. Y cuando M vuelva del trabajo, puede quedarse hipnotizado
ante el cuerpecito de Q y acurrucarse con su nueva familia.
D se lo cuenta a I. Y a ésta le parece una gran idea, decide
colaborar aun no siendo tan amiga de M y C. Se apunta en la parrilla, le dan
una copia de las llaves de la casa, y el miércoles de doce a seis se presentará
allí para lo que surja.
Mientras la madre y el bebé están en la habitación y la gata
pasea por la casa, I intenta ver cómo puede ser útil. Así que después de dar la
bienvenida a Q a este mundo, saludar a C y darle la enhorabuena, le pregunta
sobre qué necesita. Cosas que hace I: Saluda a la gata para que no sienta celos
de la nueva situación, prepara comida para C, deja hecho algo ya para la cena,
entra en la habitación para charlar un poquito, le pide si puede limpiarle la
casa, limpia la casa, toma un libro de la estantería, se prepara un poco de pan
con queso, lee y come, acaricia a la gata mientras mediosiestean –la gata e I-,
recoge las cosas de la habitación convertida en nido, friega los platos, abre
la puerta al amigo que toma el testigo, J. Y se va.
A I le ha gustado formar parte de algo tan sencillo y
practico, útil y amoroso, fácil y de ayuda. Al otro lado de la puerta de la
habitación una madre cuidaba a su hijo, podía darle además de alimento y sueño,
paz, la paz de quien se siente sostenida por una red, un grupo, una familia,
una comunidad. Porque las comunidades tienen muchas formas, aunque el fondo de
todas esté hecho de amor. Me imagino que en otros tiempos o, tal vez aún hoy,
en otros lugares, también se hace eso de cuidar los unos a los otros en la
intimidad más profunda del hogar. Y la pieza clave y, a veces, no lo vemos, es
dejarse cuidar, abrir tu casa y tu confianza, tu vulnerabilidad y tu espacio a
que otros te sostengan. Dejarse amar es todo un viaje, un aprendizaje, porque
hablamos de dar, pero hay quien se ofrece a recibir para que la generosidad sea
posible, hay quien entrega su fragilidad y la muestra para que otros puedan
mostrar su capacidad de algodonar las vivencias.
Como muestra de gratitud, M ofreció la casa que su familia
tiene en un pueblo de playa, a D y a I por unos días. De nuevo otras llaves
estaban en las manos de I para contarle entre otras cosas que hay muchas
personas que ofrecen sus llaves. Con las llaves como con el amor pasa lo mismo,
pueden tener formas diferentes, pero se reconocen.
Al llegar al pueblo de playa de M. Esto es lo que vio I. A
veces lo esencial se camufla. Hay que estar bien atentos.
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