para
Los amigos de los amigos entran siempre por la
puerta grande.
Por eso cuando la amiga de C resultó algo brusca con las palabras,
cuando su tono era abrupto e incómodo mi primera intención fue la de huir de
aquella aspereza en dirección contraria y lo más rápido posible, sin embargo,
más tarde sentí que debía darnos una segunda oportunidad, a ella y a mí; que
las personas, a veces, necesitan acomodarse
las unas a las otras.
Como hay puertas que se abren a la primera, las hay que
no. Como hay zapatos que se adaptan a nuestro caminar como un guante, los hay
que no… Es cierto que hay algo de magia en que alguien nos guste a la primera,
que una persona, de repente, sin apenas conocerla te sea familiar y que con el
tiempo aún se pueda ahondar más en esos sentires. Sí, eso es fácil, es bonito y
está bien, pero ¿qué hay del poco a poco?
Hay relaciones que precisan de más escucha y, a
veces, nos cuesta, porque se salen de nuestras inercias, porque requieren un
poquito de esfuerzo; tal vez porque nuestras cabezas tienen planes que no todo
el mundo quiere cumplir - por suerte-; pero vale la pena abrir la puerta,
dejarla entornada, al menos, pues las personas que llegan a nuestra vida, los
amigos nuevos, nos traen preguntas y dudas, rutinas que se rompen y pereza que
debemos quitarnos de encima y la posibilidad de volvernos a explicar; de
actualizar quienes somos, de mirarnos desde fuera y desde dentro. De
reinventarnos.
No importa la edad que tengamos, ni lo mucho que nos
sintamos seguros con nuestras maneras de hacer: unos ojos nuevos, son una
oportunidad de mirar de nuevo y mejor, más actual y adecuado a quienes ahora
somos, lo que nos habita y lo que nos rodea.
A veces, pasa que al que tenemos enfrente es un
amigo de siempre al que vemos distinto y debemos re-conocerle, agudizar la escucha o achicar los ojos para
entenderlo por primera vez, para mirar
diferente… que “lo de siempre” ya no nos sirve.
Hace años un amigo, de esos que entran por la puerta
grande, me comentó que en la vida hay personas con las que puedes llorar y
siempre estarán dispuestas a escuchar y a ser bálsamo. Otras, con las que compartir
las risas y los éxitos, que no es tan fácil como pueda parecer, ni lo uno ni lo
otro, no todos reímos de las mismas cosas, compartir el humor es también
compartir carácter y alegrarse por el éxito ajeno, sea cual sea tu situación,
requiere generosidad y templanza. Seguía
J diciendo que había amigos que reunían las dos posibilidades. A esos había que
cuidarlos como el regalo más preciado.
A mí me gustaría añadir a esos amigos que te dicen
la verdad aunque duela; a esos que te ayudan a crecer y ser mejor persona; a
esos que han estado siempre ahí y son tu historia de la misma manera que tú
formas parte de la suya; a esos otros
que saben quién eres y cuidan de ti y un día te descubres sintiéndoles familia.
Recuerdo a otro buen amigo, de esos que entran sin avisar
y se instalan en tu vida solo el tiempo necesario, que me dijo: “Mi mejor
cualidad son mis amigos”.
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