Mezclo dos lecturas a
priori de difícil combinación Amors
altament perillosos de Walter Riso y Constructores
de monstruos de Javier Tomeo. Mientras los leo, me doy cuenta de que, de
alguna manera, ambos hablan de monstruos y de amor, tal vez podrían titularse:
Monstres altament perillosos y Constructores de amor, pero sólo tal vez.
Tomeo me lleva a un
laboratorio donde dos principiantes intentan crear un monstruo. No tienen
cadáver aún, pero hacen el boceto para cuando den con uno. Le llamaran Karolus,
con K y no con c, y será un monstruo selectivo que será implacable con los
adultos, pero tierno y dulce con los niños enfermizos,
de tez pálida y grandes orejas. Deciden que le pondrán 8 ojos para que vea
bien y no vaya por ahí tropezando, deciden que no salivará, y que será incapaz
de llorar. Deciden muchos pormenores más, tienen tiempo… Deciden que le pondrán
el corazón en un lugar menos tradicional, pero más operativo, que ni siquiera
los monstruos pueden prescindir de corazón, que todos necesitamos uno, aunque sea de mala calidad.
Walter Riso habla de
los diferentes estilos de mala calidad de corazón, los cataloga en:
Histriónico, desconfiado,
subversivo, egoísta, perfeccionista, violento, desvinculado, caótico.
Cuenta cómo reconocer o
reconocerse en cada uno de ellos, pone ejemplos y cómo detectar antes de
enamorarse qué estilo de amor peligroso es el de aquella persona en la que te
has fijado.
-¿Y
si después de abrir el pecho del primer cadáver nos encontramos con un corazón
demasiado grande, o demasiado pequeño?
A los monstruos les es difícil
encontrar pareja, dice el protagonista de Tomeo, así que habrá que fabricar una
monstrua a medida, decide. Y pienso yo si Riso no podría haber caído en ello y
dar soluciones amables, instrucciones, al menos, también si el de mala calidad
es nuestro corazón.
-Abriremos
todos los cadáveres que sean necesarios hasta que encontremos el corazón
adecuado.
Riso no habla de ello, pero
Tomeo que divide entre monstruos por defecto y monstruos por exceso, encuentra
una misión moral a la fealdad de los monstruos: hacer parecer más guapos a los
feos cotidianos. Son restauradores de la moral ciudadana, a modo de consuelo o
bálsamo. Porque
¿Qué
significa nuestra pequeña fealdad cotidiana comparada con la de un buen
monstruo?
En cualquier caso, lo
peor de monstruos y amores es cuando llueve,
pero no eres tú el que se moja.
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