Si me acompañas

Ahora estoy leyendo La Divina Comedia, ya sabes, de Dante Alighieri, si te apetece, me acompañas.

viernes, 27 de agosto de 2010

Todos son Carver

























A Kjell Askildsen lo encontré mientras buscaba, en La central, un autor desconocido por mi, unas letras desacostumbradas. Lo edita Lengua de Trapo. Eso, una portada extraña, Todo como antes de título y una referencia a Carver en la contraportada me hicieron comprarlo. También, claro, la prueba de fuego, el primer párrafo del libro:

"El mundo ya no es lo que era. Ahora, por ejemplo, se vive más tiempo. Yo tengo ochenta y muchos, y es poco. Estoy demasiado sano, aunque no tenga razones para estar tan sano. Pero la vida no quiere desprenderse de mí. El que no tiene nada por que vivir tampoco tiene nada por que morir. Tal vez sea ese el motivo."

Me gustó. Demasiado triste. Pero la sombra de Raymond Carver planeaba. Seguí leyendo.

"Un día hace mucho, antes de que mis piernas empezaran a flaquear seriamente, fui a visitar a mi hermano. No lo había visto desde hacía más de tres años, pero seguía viviendo donde fui a visitarlo la última vez. "Sigues vivo", dijo, aunque él era mayor que yo. Me había llevado un bocadillo y él me ofreció un vaso de agua. "La vida es dura-dijo-, no hay quien la aguante." Yo estaba comiendo y no contesté".

Después cuenta algo sobre su hermano que me gustó, por el mismo motivo que me había gustado lo anterior. Por ser un narrador de ochenta años quien cuenta, por su extraña falsa desesperanza, por la cotidianeidad que siempre me atrapa cuando está bien escrita, bien vivida y observada. Porque leo y veo lo que está pasando, sé incluso como es el hermano y qué cara de éste inspira al autor a escribir:

"Mi hermano no se encontraba a gusto conmigo. O dicho de otro modo, no se encontraba a gusto consigo mismo cuando estaba conmigo."


Así que Kjell está pasando unos días conmigo. Entre las historias que me ha contado, hay una, Carl Lange, que me recuerda a Chéjov o a Kharms. Un humor absurdo e irónico que te situa en un límite que no sería creíble si no fuera porque los maestros del alma saben cómo mover los hilos para que asome la identificación o lo haga una sonrisa. Cuando no una carcajada íntima, de esas que se producen al leer o al ver una película a solas.

Le pediré a N que lea a Kjell, a ver si ella ve esa similitud con Chéjov.

El caso, en realidad, es que esta tarde leía un artículo de Elvira Lindo sobre Chéjov, en él explicaba que Raymond Carver era un gran admirador y deudor del escritor ruso. Le dedicó un cuento Tres rosas amarillas, del que dice "El relato tiene tales visos de realidad que, otra ironía chejoviana, las biografías publicadas con posterioridad al cuento incluyen detalles inventados por el americano."

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