Si me acompañas

Ahora estoy leyendo La Divina Comedia, ya sabes, de Dante Alighieri, si te apetece, me acompañas.

lunes, 26 de abril de 2010

Un huevo frito

Una vez un amigo del padre de A., del que yo sólo sabía lo poco que me dijeron, que estaba escribiendo una novela sobre un huevo frito, me afirmó tajante que todo escritor debía tocar, al menos, un instrumento. Yo que siempre fui un poco sorda, olvidé mis limitaciones, pues me pareció muy lógico lo que el señor del huevo frito me decía. Fui a casa de mis padres y, del cajón del armario blanco, cogí mi vieja flauta, las libretas de pentagramas y las canciones de cuando era niña. Lo intenté, de verdad que me hubiera gustado saber tocar, al menos, un instrumento. Pero no. Y decidí buscar la música en otra parte. Y como en la tristísima, cruel e inefable Dancer in the dark, la busqué en lo cotidiano.

Por eso, cuando A., el otro día, a propósito del capítulo número 20 de Nils, me dijo que tenía menos música que de costumbre, me sorprendió.

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